lunes, 25 de febrero de 2013



En realidad parece y es salida de una cultura ancestral, con su aspecto antiguo y su semblante fuerte. Mujeres de entonces, donde la necesidad y la costumbre prohibían dibujar las formas corporales. Tampoco la ropa dejaba traslucir el cosquilleo que refleja su morada. Sí, toda negra por fuera, sus vestidos, su pelo, sus cejas, menos su mirada y su barbilla y sus labios entreabiertos, de donde nace una expresión sana, satisfecha y feliz con lo que tiene. Su peinado, seguramente trabajado por ella misma, le da ese toque femenino y coqueto que esconde toda mujer en un momento dado. No hay en este retrato ningún ornamento que la embellezca pero su verdadera belleza está en la sencillez con la que posa. Agradable y tranquila… sólida y propia de la mujer de su época.

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